jueves, 22 de marzo de 2012

“Me aburrieron los trancones, la movilidad y el frío de Bogotá”: Iván Mejía



Se necesitan solo 10 minutos de conversación con Iván Mejía Álvarez para que él mismo destroce el prototipo de la imagen del periodista deportivo que ha creado en 44 años de carrera: el de la persona malgeniada, a quien pocas cosas le gustan y crítico de todo. Nada más lejano de la realidad. El periodista caleño de 61 años (septiembre de 1960) es como un crack del fútbol que acaba con el libreto del técnico contrincante; Mejía te hace cambiar lo prevenido, por lo relajado; lo defensivo y expectante, por la mamadera de gallo. El Gordo Iván es un bacán que pocos conocen.

Él, por su parte, dispuesto a contestar de todo: por primera vez dijo de qué equipo es hincha; cómo puso todo de sí para convertirse en el padre que nunca tuvo; cómo consiguió la plata para irse a aventurar a España sin la ayuda de su padres. Qué hizo para sobrevivir en Barcelona. Cómo fue hacer periodismo cuando los grandes equipos en Colombia los dominaba el narcotráfico y las cosas que le tocó ver. El día que un jugador argentino lo puteó al aire. Por qué se cansó de vivir en Bogotá; por qué se considera el mejor periodista deportivo; por qué le da una profunda nostalgia cuando recuerda al ‘el Emperador’ Marco Antonio Bustos, amigo y colega con el que le faltaron algunas borracheras más que pegarse. Por qué le gusta ser el ‘rey en el supermercado’

¿Usted le molesta que le digan gordo?
Ya no. Antes si me molestaba, cuando pesaba 123 kilos. Después del balón gástrico, no. Ahora estoy en 93 kilos y trato de comer sano. Ahora le dicen gordo es mi hijo, siendo flaco. Se molesta a veces.

¿Hace cuánto vive en la Costa?
Resido acá en Karibana desde finales de noviembre después de tres años de espera, pude venir a vivir acá. Es un paraíso. Debo decir que vivo feliz con la decisión que tomé. Con Bogotá vivo agradecido, allá conocí a la que es mi mujer, nacieron mis hijos, pero me sucedió como cuando uno se levanta y ya no le gusta la mujer con la que duerme. Ahí te das cuenta que te tienes que ir.

¿Qué lo aburrió de Bogotá?
A la capital la quise, la amé, pero esa relación llegó a su final después de cuarenta años. Un día me levanté y dije que no quería vivir más allá. Debí esperar varios meses hasta que pude materializar el deseo de venirme a vivir a la Costa. Me aburrieron los trancones, la movilidad, el frío. Soy caleño y me gusta el calor y Bogotá cada día se está poniendo más fría; eso de andar enruanado a toda hora me hartó.

¿Y por qué escogió Cartagena y no su natal Cali?
No quise irme para Cali porque Cartagena reunía lo ideal: el mar y un campo de golf a menos de 100 metros de la cabecera de mi cama. Ahora le quiero recalcar vivo agradecido de Bogotá.

¿Y de Medellín?
A Medellín no tengo nada que agradecerle. Pasé cuatro años de mi vida allá. Terminé el colegio e hice cuatro años de universidad (estudió cuatro años de Derecho), pero no veo nada que le tenga que agradecer. Además no voy allá desde 1987…

¿Por qué?
(Silencio)…por muchas cosas. Razones personales, dejémoslo así.

¿Puede seguir con su vida profesional desde este lugar?
Exactamente como si estuviera en Bogotá. La tecnología me lo permite.
Trabajo con una consola IP, la conecto a internet, digito algunos protocolos que me da Caracol y listo. Hago dos programas, uno local en la capital, El Pulso del Fútbol con Hernán (Peláez), escribo las columnas de El Espectador, la de Fútbol Total y otras colaboraciones internacionales.

Veinte años atrás no hubiera podido…
Tomé la decisión en el momento exacto. Antes no lo hubiera podido hacer. Me hubiera tocado elegir entre la profesión o vivir tranquilo. Coincidimos la tecnología y yo.

¿Por qué la gente tiene una imagen de usted como un bravucón o prepotente?
Tal vez por mi tono que es fuerte. La gente tiene todo el derecho de pensar lo que quiera de mí. Quienes me conocen me estiman y me quieren, aunque tengo mis enemigos. Más los que me quieren que los que me odian. Aunque tengo toda una variedad de enemigos, en todos los ránquines, triple A y aficionados.

¿Le molesta cuando alguien le dice que no tiene la razón o lo controvierte?
Soy una persona que vivo controvirtiendo a toda hora. Estoy enseñado a decirle al Alcalde Petro que está haciendo las cosas mal o a Bedoya que no va por buen camino. Le doy la razón a quien la tiene, no me disgusta que me digan que no tengo la razón, estoy enseñado a decirle lo que pienso a todo el mundo.

¿Quién le ha ganado en una controversia?
Mi mujer (María Isabel Casas).

¿Cómo hizo para casarse?
Pregúntele a mi mujer que me aceptó.

¿Era igual de complicado (hablando del carácter)?
Era peor; estaba más joven. Era indisciplinado, muy vago, tomaba mucho trago y me fueron aplomando.

Usted fue inmigrante. Tomó la decisión de irse a España, ¿cómo fue esa etapa de su vida?
Muy dura. Sé lo que es ser inmigrante y muy duro. Me tocó pegar ladrillos, llevar cartas, trabajar en el campo. Hice muchas cosas. Me fui con la plata de la liquidación de una revista deportiva (Vea Deportes), compré el tiquete en Air Bahamas. Tenía 23 o 24 años de edad. Caminé Europa y terminé radicándome en Barcelona.

¿Se fue con el apoyo de sus padres?
No. Me fui de mi casa a los 17 años. No tenía una buena relación con mi papá.

¿Su papá tenía un carácter tan fuerte como el suyo?
Igual.

¿Estudió?
Sí, el bachillerato en el Jorge Robledo, el mismo de Álvaro Uribe. Después cuatro años de Derecho.

¿Y lo terminó?
No. Porque me di cuenta que el Derecho es el resultado del que más tenga poder y dinero.

El periodismo

¿Cuál fue su primer trabajo?
Fue en Radio Visión de Medellín con Wbeimar Muñoz. Me pagaban 500 pesos. Y hacía de todo: reportería, iba a los entrenamientos, hacer dos programas diarios y escribir noticias. Todas las cosas que no hacen los muchachitos de hoy, que pasan de poner discos a comentaristas, por eso es que les va mal. Por eso hay tanta mediocridad en esta profesión.

¿Cuándo decidió irse para Bogotá?
Me llamó Carlos Arturo Rueda, en el año 1972, me dijo que había campo para mí y trabajé en el periódico El Periódico hasta que cerró.

El año en que llegó (Jaime) Morón, el jugador cartagenero llegó a Millonarios…
A mí me tocó ver el BOM (Brand, Otriz, Morón) tripleta muy buena de Millos. En ese 1972 jugaba Millonarios con: Senén, Segovia, ‘Tizón’ González, Villano, Jaime Rodríguez, Camello Soto, Julio Gómez, Apolinar Paniagua, Brand, señor equipo. Peleó el título en el 72 que lo ganó en enero de 1973 ante Cali. La única vez que se definió la estrella en el mes de enero.

Esa cercanía con la historia de Millonarios y haber visto a todos esos jugadores, convertidos en mito, ¿es lo que lo hace cercano al club azul de Bogotá?
Yo no soy cercano a Millonarios. No soy hincha de Millonarios ni de Santa Fe. Ese es un cuento que me inventaron en Bogotá. Soy caleño. Mi corazón es rojo, soy americano, soy de América. De pelao era americano ciento por ciento.

En la época dura del narcotráfico, no podía decir de qué equipo era hincha, ¿cómo hacía periodismo deportivo en esos días cuando América lo manejaba los Rodríguez, Nacional con Pablo Escobar y Millonarios con Gacha?
Fueron días muy duros para el periodismo deportivo colombiano y trabajando en Bogotá era más complicado. Hubo muchas amenazas, era muy bravo. Las llamadas y los emisarios intimidándote. Por ejemplo, no voy a Medellín desde 1987 y en algo tuvo que ver ese clima que había. Me tocó ver de cerca situaciones muy complicadas que no quiero recordar.

En una entrevista para la revista Don Juan usted dijo que es el mejor comentarista deportivo del país, ¿qué lo convierte en el mejor?
Yo creo que lo hago bien, de no ser así no me estaría entrevistando (risas). Para tener éxito hay que ser un verdadero profesional. Yo como y respiro fútbol. Me veo dos o tras partidos, habló con técnicos, me mantengo en contacto con la gente del fútbol. Quiero mi profesión y me mantengo actualizado, estoy pendiente de cómo va al periodismo.

¿A partir de que momento en su vida pudo comenzar a vivir del sueldo del periodismo?
Terminó la Vuelta a Colombia en 1977 y me casé a los cuatro días. Ese día que contraje nupcias dije que no volvería a una carrera de ciclismo. Había ido a vueltas por fuera del país y a peleas de boxeo. Pero desde ese día tomé la decisión de dedicarme solo al fútbol. Soy un auténtico profesional de esto.

¿Y cómo va el periodismo deportivo colombiano?
No se han renovado los productos. La radio está en un estado de aburguesamiento. No hay nuevos productos. Vea que Caracol, y no es una crítica a mi propia empresa, sigue en el primer lugar con los mismos productos: 6 AM- 9AM, El Pulso del Fútbol y La Luciérnaga. RCN lo único que hace es copiar todo lo que hace Caracol. Por eso le sacó más de un millón de oyentes en la última encuesta.

¿Un comentarista de todos los tiempos?
Hernán Peláez. Un tipo con muy buena memoria, sencillo. Después Wbeimar Muñoz, un gran maestro. Carlos Antonio (Vélez) es muy buen comentarista, aunque no comparta muchas cosas de las que dice; de los de ahora, Javier Hernández. Colombia tiene muy buenos comentaristas

¿Era verdad que no se podía ni ver con Carlos Antonio Vélez?
Así es, no nos podíamos ni ver. Un día recibí un consejo del Doctor Turbay que me hizo reflexionar: “No hagáis enemigos, ni hagas heridas que no puedas curar”. Un día me senté con Vélez y nos arreglamos. Por ejemplo, hoy viene a Cartagena (la semana pasada) y lo voy a visitar al hotel, comeremos, nos tomaremos un trago y listo. Tenemos una muy buena relación. Él hace su trabajo y yo el mío. Él piensa diferente y yo de otra manera. Respetamos nuestras diferencias.

Le doy un nombre y me los define. ¿Édgar Perea?
Marcó historia.

¿Jaime Ortiz Alvear?
Bueno para la salsa…Ortiz para la salsa.

¿Antonio Pardo?
No trabajé con él

¿Chelo De Castro?
No sé quien es. Sé que escribe en El Heraldo. Hermano, es que usted me está preguntando por unos patriarcas que no son de mi época (risas).

Y ahora que le mencione a Melanio Porto…
Hablaba bien de boxeo y béisbol. Póngame un contemporáneo…

¿Armando Moncada?
Fue un gran maestro. Trabajé con él y me enseñó mucho.

¿Narradores de hoy?
Se murió uno de los grandes, el mejor, con quien mejor me entendí. Lo estimé y lo quise mucho: Marco Antonio Bustos. Nos pegábamos unas perras (borracheras) y nos faltaron otras (risas), éramos ‘panas’. De los actuales: ‘Tato’ Sanint, Jorge Eliécer Campuzano y Benjamín Cuello es maravilloso.

¿Se ha renovado el periodismo deportivo?
Lo han intentado con unos muchachitos que vienen de poner discos, por eso han fracasado. No han hecho el curso, desde abajo.

Una anécdota de sus días de reportero, de sus días de novato…
Cubría la parte baja de un juego de Millonarios, el estadio estaba lleno y a un jugador argentino, ‘El Nené’ Fernández, lo habían expulsado. En medio de mi novatada le puse el micrófono al jugador para preguntarle cómo se sentía, y el tipo recuerdo que me dijo: “Vos que no viste que me expulsaron, gordo, hijueputa. Me corrió la madre al aire (risas).

¿El último madrazo en la calle?
En un supermercado en Bogotá, una señora me insultó, me dijo que yo era un viejo verde y cochino porque usted no hacía más más que hablar de las señoras bonitas y de las esposas de los futbolistas y estimular a los señores a verlas. No me gusta pasar desapercibido en el supermercado (risas).

¿Siente que se le va la mano en el comentario?
Sí, reconozco que a veces se me va la mano.

¿Su mamá lo sigue regañando?
Ella tiene 87 años y me llama a regañarme cuando me meto con los curas.

Por Carlos Hurtado Morón

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