Por: Iván Mejía Álvarez
Los síntomas son evidentes y fecha tras fecha son más notables.
El fútbol colombiano camina rápidamente hacia una tragedia en un estadio. La intolerancia, la violencia, los ataques entre hinchas disfrazados con camisetas de cualquier color, aumentan y esto no puede tener un final diferente al luto colectivo por cuenta del fútbol.
El macabro incidente de Cúcuta, donde unos aficionados portaron y pasearon por la tribuna de oriental el féretro con el cuerpo de un joven hincha de una barra motilona, ante la mirada complaciente de la fuerza pública, es el símbolo de la violencia que se está viviendo en los estadios colombianos. La impunidad es total, no hay un solo policía, jefe de policía o comandante de policía sancionado. A Riverita, ministro de Defensa, ese tema no le importa. Claro, tampoco se ha dado cuenta de que el orden público se le ha venido deteriorando a pasos agigantados. La única medida fue cerrar la tribuna de oriental.
Y en Medellín se enfrentaron los de verde y los de rojo, causaron estragos, heridos, pánico colectivo entre la gente de bien que vive alrededor del estadio. Las medidas apuntan a que este miércoles el clásico paisa se vivirá sin camisetas, sin banderas, sin pancartas. Puro folclor, porque lo que se desearía es que la ‘inteligencia’ averiguara por los jefes de esos reductos criminales y los judicializara. Todos saben quiénes son, lo que reciben de los clubes, cómo manejan la extorsión y el dinero de la reventa de boletas, pero la fuerza pública no hace nada, los ve pasar y sigue mirando para el lado.
En Cali el tema está que arde por cuenta de unos delincuentes que han convertido los parques, las riberas de los ríos, las carreteras del Valle y de la capital, en un auténtico campo de batalla donde la piedra, el cuchillo y todo tipo de armas salen a relucir. Es aterradora la pasividad oficial. Pañitos de agua tibia, advertencias y nada sólido. Están esperando los muertos para empezar a tomar medidas.
Resulta inadmisible la conducta del Gobierno, de las autoridades policiales, ante la oleada de violencia que azota el fútbol.
¿Han visto cómo han bajado las asistencias a los estadios? Paupérrimas, el promedio no llega a los cinco mil y muchos de los que se fueron de los estadios tienen que ver con la violencia, con el temor a los delincuentes disfrazados con camisetas, que alejan al aficionado decente. Hagan algo, el negocio del fútbol se está acabando, lo están matando los violentos.
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