Por: Hernán Peláez Restrepo
Si parto de la base de que el gol es la esencia del fútbol, debo darme por bien servido con la jornada sabatina de la novena fecha del rentado, que tuvo doce goles en los tres partidos. Los equipos como los vistos el pasado sábado actuaron a velocidad, sin pausa, pero con muchas imprecisiones en los pases. Afloró el espíritu de combatividad y los pocos jugadores talentosos se vieron a "gatas" para ejercer su función.
Es más, la cifra goleadora pudo ser mayor si Macnelly no desperdicia una pena máxima, si a Nacional no le anulan una acción de gol y por supuesto si Pezzuti, Berbia, Centurión, Castellanos, Pertuz de Medellín, no lucen en intervenciones de último momento. Para entender el asunto hubo llegadas, goles bien craneados, como el de Carlos Rentería, unos de asociación como el de Fernández para vulnerar al América y los dos de Dorlan Pabón.
Por eso creo que los hinchas se fueron contentos, a excepción de los del Cartagena, porque pudieron gritar goles. En esta fecha fue desterrado el cero a cero, por el cual muchas veces no se paga la boleta.
Nacional, que en comienzo pareció muy superior al Medellín, terminó apretado en su campo, con reiteradas fallas en el lateral izquierdo, donde el pelado Duque no estuvo en su día. Cometió penalti, no supo si pasar al ataque con seguridad y acaso si pudo disimular su nerviosismo. Medellín depende de Mosquera, Castrillón y el respaldo de Choronta. De vez en cuando se juntaron y ahí se notó la fuerza del DIM.
En Tuluá el asunto fue aún más intenso. Quizás por lluvia y terreno liso, el partido se notó con más velocidad que claridad. Cali pudo reaccionar, igualar y ganar tres puntos que le dan aire. Curiosamente un jugador como Gabriel Fernández, interesante por su interpretación de juego, en Colombia no ha podido consagrarse. Estuvo en un mal momento de Millos, fue a Ecuador y regresó a sufrir en la parte baja de la tabla con América y ahora con Cali, que está alejado de la conversación por un título.
Júnior, urgido de sanear heridas del campeonato, mientras se ignora su papel en la Copa Libertadores, necesitaba ganar y lo consiguió. Giovanni Hernández no estuvo en su noche, aunque Valencia se la rebusco y bien en zona de volantes. En este caso la prioridad eran los puntos y los obtuvo, en un juego enredado.
Finalmente los árbitros aprendieron la maña de disimular sus errores de área. En Tuluá hubo una acción de Diego Álvarez, ganando la posición y la pelota, y el zaguero contrario lo saca con el hombro, lo derriba. Pero el juez concluyó que era simulación y le mostró tarjeta amarilla.
En fin, volviendo al comienzo, si no se llega a jugar bien, al menos que veamos goles... y se vieron.
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